Desponsamus te, mare, in signum veri perpetuique curiositas.
En el año 1000 la República de Venecia desposó al mar conmemorando sus victorias ultramarinas. Esto afirmó su dominio sobre las aguas del mediterráneo a través de la guerra y la economía, condición que se mantuvo más de seis siglos en aguas adriáticas.
El hallazgo y la exploración de los océanos deterioró aquel pacto. La Mar herida ha sido vejada inclementemente por las más diversas empresas, grupos y naciones. Rasgada como espacio de guerra, manchada por la contaminante ambición y exprimida con hambre y voracidad; ha callado para guardar sus secretos.
Stultifera Navis Institutom anuncia su matrimonio con la Mar. Retomando la tradición de la ceremonia veneciana, el pacto entre la Nave y el Mar ha sido ahora más que por el voto de dominio, por el de la curiosidad creativa.
Los marineros son las alas del amor, son los espejos del amor, el mar les acompaña, y sus ojos son rubios lo mismo que el amor rubio es también, igual que son sus ojos. La alegría vivaz que vierten en las venas rubia es también, idéntica a la piel que asoman; no les dejéis marchar porque sonríen como la libertad sonríe, luz cegadora erguida sobre el mar. Si un marinero es mar, rubio mar amoroso cuya presencia es cántico, no quiero la ciudad hecha de sueños grises; quiero sólo ir al mar donde me anegue, barca sin norte, cuerpo sin norte hundirme en su luz rubia.